Banyeres del Penedès
Banyeres del Penedès es un municipio catalán situado en la comarca del Baix Penedès (Tarragona). Es un enclave de tradición agrícola que ha experimentado un notable crecimiento demográfico en las últimas décadas. Con una población que superaba los 3.300 habitantes en 2024, esta localidad combina su herencia vitivinícola con un tejido social diverso.
Históricamente, Banyeres ha sido un pueblo vinculado al cultivo de la vid, con más del 80% de su término municipal dedicado a la agricultura. Aunque solo el 15% de la población trabaja directamente en el sector primario, la viña sigue siendo su símbolo identitario. En octubre se celebra la Fiesta de la Vendimia.
Está ubicada a unos 9 kilómetros de la playa, por lo que el turismo empieza a arrancar en esta pequeña población.
En Banyeres no vas a encontrar los servicios de una ciudad. Pero su cercanía a la Playa, al Vendrell y a Vilafranca del Penedès, suple sus carencias.
La Font de la Plaça de l’Om (La Fuente de la Plaza del Olmo), uno de los símbolos de Banyeres del Penedès. Coronada por una gran piedra de molino (mola), esta fuente da la bienvenida al pueblo y rinde homenaje a su pasado agrícola. Fue construida en 1959 con restos del antiguo molino de la localidad.
El Parc del Pujolet, en Banyeres del Penedès ofrece una experiencia de naturaleza fácil, sencilla, asequible, agreste y serena. Es una pequeña colina al final de la rambla del Pujolet, una atalaya con vistas privilegiadas.
Es un espacio dominado por una pineda mediterránea que proporciona un ambiente tranquilo y sombreado. En lugar de césped cuidado y estructuras de juego, aquí encontramos senderos de tierra que invitan a caminar y a conectar con un entorno más natural sin apenas salir del núcleo urbano. Es el lugar ideal para quienes buscan un paseo relajado, leer un libro en un banco apartado o simplemente disfrutar del silencio.
La recompensa de ascender, suavemente, por sus caminos es una panorámica del pueblo, con sus tejados a sus pies, y del paisaje del Penedès en el horizonte.
El Parc del Pujolet es un contacto directo con la naturaleza pegado a la población de Banyeres.
La Rambla «El Pujolet». A espaldas de esta fotografía se encuentra el Parc del Pujolet. Es la Rambla «El Pujolet». Podríamos indagar quién toma el nombre de quién, pero será otro día. Es un barrio sencillo y breve. Si llegas al final de la calle, te sales, literalmente, del pueblo.
«Nen» (Niño), de Josep Cañas i Cañas. Josep Cañas i Cañas (1905-2001), natural de Banyeres del Penedès, destacó como escultor y dibujante catalán, plasmando en su obra un diálogo entre el mediterraneísmo y la herencia indígena mexicana. Aunque autodidacta en sus inicios, completó su formación en la Escuela de Artes y Oficios de Vilanova i la Geltrú, forjando un estilo singular donde los volúmenes geométricos —cúbicos y cilíndricos— se armonizan con contornos suaves y una serena monumentalidad.
Su trayectoria, marcada por el exilio mexicano (1947-1955), dio pie a creaciones como La dolça càrrega (La dulce carga), inspirada en las etnias locales. En Cataluña, legó obras emblemáticas como el Monument a la sardana en Montjuïc o el Cap de Crist, cuya restauración en Sitges ha revitalizado su presencia.
Galardonado con la Creu de Sant Jordi (1986) y nombrado hijo ilustre de su villa natal, su legado se preserva en el museo dedicado a su obra, testimonio de sus cuatro etapas creativas.
Maternitat. Esta conmovedora escultura, testimonio perdurable del talento artístico de Josep Cañas (Banyeres del Penedès, 1905), fue concebida en 1944 como un homenaje a la maternidad. La pieza que hoy preside el espacio frente a la iglesia parroquial es una exquisita fundición en bronce, basada en el original en yeso que se conserva en el museo local.
Cañas, maestro en la captación de emociones humanas, inmortaliza en esta obra la sublime conexión entre madre e hijo. Las sinuosas líneas y los volúmenes rotundos -sellos distintivos de su estilo- dan vida a un momento de íntima ternura: el niño, protegido en el seno materno, acaricia con delicadeza el rostro de su progenitora.
Desde su instalación en este enclave emblemático en 2016, la escultura trasciende su valor artístico para convertirse en una meditación sobre los vínculos familiares, tema recurrente en la producción del artista. No es meramente una representación figurativa, sino una poética celebración del amor maternal en su expresión más universal.
Dato singular: La prolífica carrera de Josep Cañas dejó una profunda huella en el Baix Penedès, donde sus obras de profundo humanismo embellecen numerosos espacios públicos, legando a la comarca un patrimonio artístico de incalculable valor.
La Iglesia de Santa Eulàlia es auténtica joya del patrimonio religioso de Banyeres del Penedès. Se alza con majestuosidad en la Plaça de l’Om, custodiada por un olmo centenario. La iglesia se construyó entre los siglos XVII y XVIII sobre los cimientos de un antiguo templo medieval —ya documentado en el año 1054—. Este emblema de identidad local, de estilo gótico tardío, no solo es testigo de la historia, sino también epicentro de las festividades más arraigadas, como la Fiesta Mayor de julio o las celebraciones en honor a su patrona en febrero.
Su soberbia fachada, adornada con tres rosetones y una gran vidriera central, luce una portada de arco de medio punto flanqueada por columnas adosadas y coronada por el escudo del pueblo. Las enigmáticas gárgolas que vigilan sus muros añaden un aura de misterio, recordando su rol ancestral como guardiana espiritual. El imponente campanario, rematado con merlones y dividido en dos cuerpos —el inferior con las campanas y el superior con el reloj—, domina el perfil del pueblo, mientras que su interior deslumbra con una nave única y capillas laterales, donde destaca un ábside poligonal con una auténtica ventana gótica.
En el altar mayor, preside la exquisita talla de Santa Eulàlia, obra del escultor Camps i Aman (siglo XX), que domina con serenidad un espacio donde convergen arte y devoción. Resulta curioso destacar que este templo reemplazó a una antigua iglesia situada cerca del Castillo de Banyeres, del cual hoy solo permanece en pie una torre de vigilancia en ruinas. Su legado histórico queda patente en documentos del siglo XIII, donde se revela que superaba en riqueza a otros templos de la comarca, como los de L’Arboç o Castellet.
Hoy, Santa Eulàlia trasciende su función religiosa para convertirse en un escenario de tradición viva: entre sus muros se bendice el mosto durante la Festa de la Verema en octubre, y su plaza acoge con fervor sardanas y castellers. Un rincón atemporal donde la piedra secular, la fe y la memoria colectiva se entrelazan en el corazón del Penedès.
La Torre del Vigía. Imponente y austera, la Torre del Vigía se alza como una estructura defensiva erigida durante la Edad Media, testigo silencioso de un pasado áspero. Esta torre circular, de doce metros de altura y construida con bloques de piedra irregular, cumplía una función vital: vigilar el territorio y proteger a la población de posibles invasiones. Su emplazamiento en el Pic del Puig —a 172 metros sobre el nivel del mar— la convertía en un bastión privilegiado, con dominio visual sobre toda la comarca.
Los primeros registros históricos, conservados en los archivos del Monasterio de Sant Cugat, se remontan al siglo X, aunque es probable que su origen sea aún más antiguo. Su posición estratégica no solo garantizaba el control sobre Banyeres, sino también sobre las rutas mercantiles y agrícolas que atravesaban el Penedès.
Hoy, aunque solo se conservan sus cimientos y algunos fragmentos de la estructura original, la torre perdura como emblema del legado medieval. Desde este mirador natural, la vista se despliega en un espectáculo conmovedor: un mosaico de viñedos que se funde con el horizonte mediterráneo.
El monumento forma parte de un entorno cultural excepcional, donde destacan la ermita de Santa Maria del Priorat —joya arquitectónica de la transición al gótico— y diversos yacimientos íberos protegidos como Bien Cultural de Interés Nacional. Los amantes del senderismo encontrarán aquí un tramo del GR92, una ruta que serpentea entre paisajes vitivinícolas y bosques mediterráneos.
La Torre del Vigía es, en esencia, una cápsula del tiempo que invita a revivir épocas de vigías y leyendas. Su silueta solitaria, erguida en este rincón sereno del Penedès, convierte cada visita en un diálogo íntimo con la historia más auténtica de Cataluña.
Desde la Torre del Vigía, la vista se despliega como un regalo para los sentidos. Los viñedos, cual mosaico viviente, se extienden en un lienzo siempre cambiante, distinto en cada visita.
El paisaje, teñido de verdes vibrantes en primavera y de dorados melancólicos en otoño, invita a perderse en su serenidad. Al fondo, las montañas enmarcan el horizonte, guardianas silenciosas de estos campos que son esencia de la tierra.
Aquí, el tiempo parece detenerse. Solo el susurro del viento y el canto lejano de los pájaros rompen el silencio, mientras la lejana autopista AP7 recuerda, discretamente, el mundo más allá de este remanso de paz. Un lugar para contemplar, para respirar hondo y reconectar con lo esencial.
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Carrer Major. Al final de la calle, se llega a la Torre del Vigía. Estamos en el centro histórico de Banyeres.
Ermita de Santa María del Priorat. A las puertas de Banyeres del Penedès, en el Baix Penedès, se erige con discreta elegancia la Ermita de Santa María del Priorat, un monumento que atesora siglos de historia y espiritualidad.
Los archivos históricos revelan que la ermita mantuvo estrechos vínculos con el Monasterio de Sant Cugat del Vallès y, más tarde, con la comunidad monástica de Ripoll. Las primeras referencias escritas sobre este priorato no se documentan hasta el siglo XIII.
La estructura original, de clara influencia románica (siglo XII), presenta una sola nave rematada por un ábside semicircular. La ampliación posterior, realizada en el siglo XIII, añadió una segunda nave con idéntico diseño absidal, pero donde ya se aprecian los primeros rasgos del incipiente estilo gótico. Un conjunto de arcos de medio punto con ligeras puntas sirve de nexo entre ambos espacios.
El paso del tiempo ha dejado su huella en el campanario de espadaña, que hoy se mantiene en pie a pesar de su visible deterioro.
En su interior sorprende el cuidado pavimento de baldosas antiguas y un notable sarcófago pétreo cuya ornamentación ecléctica sugiere que acogió los restos de alguna figura relevante de la comunidad monástica. El sagrario, de factura gótica, completa este magnífico conjunto artístico.
Centro de peregrinación durante siglos, la ermita sufrió un devastador robo en 2006 que se llevó la venerada imagen mariana. Actualmente, una réplica de la talla original se custodia en la iglesia parroquial del municipio, mientras el templo medieval aguarda entre los viñedos.
La Torre de Cal Ventosa. Si paseas el suficiente tiempo por Banyeres, te encontrarás con la imponente Torre de Cal Ventosa, emblema indiscutible del patrimonio local. Construida hacia 1920, esta torre forma parte de un caserón señorial que sustituyó a una antigua masía, perpetuando así el legado de una saga familiar.
Su torre consta de cuatro plantas, coronada por un exquisito mirador cubierto con columnas prismáticas que exhiben delicados relieves florales y medallones. Su diseño entrelaza armoniosamente el modernismo con el rigor del noucentisme catalán. La fachada, engalanada con frisos vegetales, constituye un testimonio de la elegancia de aquel tiempo, aunque la sinuosidad de las calles adyacentes impide caprichosamente su visibilidad.
Más allá de su belleza plástica, la torre domina el skyline del pueblo, erigiéndose en mudo cronista de la evolución arquitectónica local. La vivienda principal, hoy de uso esporádico, sigue bajo la celosa custodia de los masovers, fieles guardianes de este tesoro patrimonial.
La Ermita de Sant Miquel es una construcción del siglo XVIII, aunque su origen se remonta al año 1414, cuando se llamaba capilla de Sant Miquel dels Guanèchs.
Es un templo pequeño de estilo rural, con una sola nave, bóveda apuntada y dos arcos de medio punto hechos en piedra. Su fachada blanca tiene una puerta con arco rebajado, un rosetón y un campanario.
Esta ermita tuvo importancia durante la cristianización de la zona, donde antes había cultos paganos. Actualmente forma parte del Patrimonio Arquitectónico de Cataluña y conserva la tradición local, como los goigs (cantos tradicionales) que se compusieron para ella en 2005.
Es un lugar interesante para conocer la historia y la cultura del Baix Penedès.