El Grao de Castellón

Situado a unos 4 kilómetros del centro de Castellón, el Grao es la zona que más cerca está del mar. Se llega, desde Castellón, por dos carreteras (puedes elegir) bordeadas por sus respectivos caminos peatonales y sus carriles para bicicletas: un saludable paseo; un saludable respeto a los peatones 

El centro de Castellón no está cerca del mar. Y eso tiene su explicación. A primera vista no parece lógico renunciar al mar. Pero, si buscamos en el pasado, acabaremos con la misma conclusión a la que llegaron los primeros habitantes de la ciudad. 


Un poco de historia

En sus inicios, el Grao era un terreno abundante en humedales que los habitantes del lugar fueron adaptando a sus necesidades para, finalmente, cultivar el terreno, servirse de la naturaleza para alimentarse, y construir unos poblados estables. 

Los Marjales

Los abundantes marjales eran (y son) zonas húmedas y pantanosas que albergan una gran riqueza biológica. Aunque la presión por construir cerca del mar ha hecho que esa abundancia fuera mayor en tiempos pasados. Los marjales suelen situarse muy cerca del mar y, muy a menudo, es éste quien inunda con su agua el terreno. La vegetación es abundante y, en consecuencia, los animales son atraídos por el lugar.


Los marjales albergan una gran biodiversidad, incluso cuando esta no es visible a simple vista.



La fauna autóctona, cada vez más amenazada, es visitada por las aves migratorias que cruzan toda Europa para pasar el invierno en África. Estas zonas privilegiadas, que la naturaleza nos ofrece sin que le prestemos apenas atención, hacen las funciones de área de servicio de las aves que emprenden largos viajes buscando las mejores condiciones de vida posibles. 

El agua llega de diversas fuentes: aportaciones de los ríos, aguas subterráneas, una lluvia generosa o el propio mar. En algunos marjales, tal vez exista una única y muy concreta aportación de agua, pero en otros puede existir la combinación de todas. 


La naturaleza se resiste a la voluntad del hombre. A pesar de los esfuerzos por eliminar las zonas húmedas en el Grao, éstas no desaparecen. (Foto propia tomada en diciembre de 2019)

La Reconquista

La documentación más antigua sobre la zona describe el primer intento de ganar terreno a los humedales en 1251. Desde Castellón, y con la intención de abrirse camino hacia el Mediterráneo, se construyó lo que hoy se conoce como Camino Viejo del Mar, que llegaba hasta el actual Grao. En aquel entonces, se veía con malos ojos tanto terreno pantanoso y tanta humedad sin posibilidad de aprovecharlo para el cultivo. El objetivo era conseguir tierra para cultivar y construir viviendas, secando los marjales. Además, se asociaba todo lo húmedo con una amenaza para la salud, ya que se creía que el agua era el medio por el que se propagaban las enfermedades.

Por tanto, se fomentó la colonización del lugar, recién reconquistado a los musulmanes, por Jaime I el Conquistador. La población logró ganar terreno tanto a los musulmanes como a los humedales. Sin embargo, incluso hoy, estos últimos se resisten a desaparecer. Y es que el agua llegaba por todas partes: el río Seco se desbordaba con frecuencia, el agua subterránea era incontrolable, la fuente de la Reina aportaba un caudal significativo, y las tormentas arrasaban todo, llevando ingentes cantidades de agua de mar hacia el interior.

Jaime I arrebata a los musulmanes los territorios levantinos. A partir de ahí, se fomenta a la población la ocupación de los mismos y la producción agrícola, ganadera y artesanal.

Se asienta el primer poblado documentado a partir de ese año 1.251 y empiezan los cultivos, la caza y la pesca en un lugar generoso con el hombre. Con el objetivo de ir robándole tierras al agua, se toma como eje el actual camino Caminás, y se conceden las tierras a derecha e izquierda de este eje principal a todos los que colaboraron expulsando a los árabes de tierras levantinas: caballeros, nobles y clérigos. El camino de La Donación separaba las tierras pantanosas, más cercanas al mar, de las aprovechables para sus habitantes.

El cultivo de arroz: un delito de alta traición

Fue en el siglo XIV cuando surgieron los primeros intentos de cultivar arroz en la zona. Sin embargo, las contradicciones dificultaban el proceso. Por un lado, la población se resistía a sembrar en el agua por miedo a la malaria. Por otro, las autoridades veían en el arroz una fuente de ingresos. Finalmente, los intentos no prosperaron y cultivar arroz terminó siendo considerado un delito grave.


En el siglo XIV comenzó el cultivo de arroz en los marjales, pero las autoridades terminaron prohibiéndolo por considerarlo responsable de la propagación de la malaria. Siglos después, se descubrió que el arroz no tenía ninguna relación con la enfermedad. Aun así, su presencia en el Grao de Castellón siguió siendo marginal.

La malaria, junto con el paludismo, hizo estragos en la población hasta el punto de que reyes y nobles de la zona decidieron perdonar todo tipo de impuestos hasta que la situación mejorara. Y, por supuesto, nadie se atrevía ya a cultivar arroz.

En aquella época, cualquier elemento asociado a la humedad se consideraba una posible fuente de transmisión de enfermedades que diezmaban a la población. De hecho, los habitantes del actual Grao de Castellón prácticamente desaparecieron: el cultivo de arroz era visto como un delito grave, equiparable a la alta traición.

Se llegó a la firme conclusión de que era, precisamente, el cultivo de arroz el responsable de todas y cada una de las muertes del momento.

El arroz, inocente
Incluso los grandes pensadores de la época estaban convencidos de que las enfermedades se transmitían a través de todo aquello que entrara en contacto con el agua. Es más, no cabía duda de que la simple humedad del ambiente propiciaba la muerte de la población.

Pero la creencia iba mucho más allá: el arroz era visto como el principal propagador de las enfermedades que asolaban la región. Por ello, se tomó la decisión de erradicarlo por completo, hasta el punto de exterminarlo. Además, el objetivo era desecar cualquier zona con la más mínima humedad.

Sin embargo, estas medidas extremas no lograron detener las muertes. Los nuevos colonos, aquellos que habían expulsado sin dificultad a los musulmanes de la zona, seguían sucumbiendo a la malaria.

Finalmente, por descarte, se llegó a la conclusión de que el arroz no era el responsable de propagar una enfermedad tan contagiosa como letal. Ya no quedaba ni un solo grano de arroz; solo permanecía una criatura que siempre había estado allí: el mosquito.

Y sí, efectivamente, era el mosquito el que aprovechaba las zonas encharcadas e insalubres para poner sus huevos y reproducirse sin restricciones. Contagiar a la población estaba en su naturaleza, y para los habitantes era inevitable ser picados e infectados.

Hay una sola especie de mosquito que transmite la malaria: el Anopheles. Y esa especie se cebó en los territorios levantinos y, especialmente, en zonas más húmedas como el Grao.

En realidad, ni los mosquitos podían reproducirse donde se cultivaba arroz, ni el arroz crecía en las aguas donde los mosquitos ponían sus huevos. Las necesidades de cada especie eran (y siguen siendo) completamente opuestas: el arroz prospera en aguas ricas en oxígeno y en constante renovación, mientras que los mosquitos depositan sus huevos en aguas estancadas, con poco oxígeno y sin circulación.

Aun así, y por precaución, en el siglo XVI el cultivo del arroz estaba completamente prohibido. En su lugar, se optó por un sustituto exitoso: el cáñamo. Con este cambio nació una próspera fuente de ingresos para la población, ya que el cáñamo se utilizaba para fabricar cuerdas y cordeles para los barcos, hasta el punto de exportarlos a toda Europa. La industria del cáñamo alcanzó tal relevancia que llegó a abastecer de calzado a los soldados europeos durante la Primera Guerra Mundial.

Sin embargo, mucho antes, durante la Guerra de Sucesión Española, resurgió con fuerza el objetivo de desecar la mayor parte de las zonas húmedas. Aunque se aprobaron leyes para llevar a cabo esta labor, en la práctica no llegaron a aplicarse por completo debido a la resistencia de la población. Aún persistía la creencia de que cualquier terreno húmedo era sinónimo de insalubridad.

Autorizado, por fin, el cultivo de arroz
A principios del siglo XX, el ayuntamiento de Castellón autorizó, finalmente, el cultivo del arroz. Se constituyó la primera comunidad en el Grao: “La Primitiva Arrocera”, que luego dio paso al Sindicato Arrocero, el cual transformó por completo el paisaje. Este sindicato garantizó la cantidad y la calidad del agua necesaria para el cultivo del arroz. Estamos a mediados del siglo XX: habían tenido que pasar cientos de años para perdonar al arroz los crímenes que se le habían imputado.

A principios del siglo XX nacieron, en el Grao de Castellón, varias asociaciones de arroceros. Pero la iniciativa fue breve.

En los años 70 del siglo XX, la Comunidad de Regantes del Coto Arrocero se encargaba de garantizar que el agua para los cultivadores de arroz fuera de la mejor calidad.

Sin embargo, a partir de entonces, el cultivo del arroz entró en declive debido a varias circunstancias que, combinadas, llevaron al ayuntamiento de Castellón a retomar el antiguo objetivo de desecar la zona. Los cultivos de arroz se volvieron cada vez más insostenibles, ya que no había suficiente agua para todos. Los gastos superaban cada vez más a los ingresos, y el terreno, ya de por sí difícil, no permitía la mecanización ni de la siembra ni de la recolección. Además, los hijos de los agricultores optaron por no seguir los pasos de sus padres.

El final del arroz
En 1965, el Estado financió las obras para drenar el terreno y eliminar al máximo las zonas húmedas. El agua fue canalizada, y aparecieron nuevos territorios que, en un principio, se utilizaron para el cultivo de frutas y hortalizas, y en general, para cualquier otro cultivo menos problemático que el arroz en unos terrenos tan adversos. La tierra necesaria para rellenar las zonas pantanosas provenía de las pequeñas colinas que, finalmente, acabaron allanando el terreno.


La década de los 70 del siglo XX transformó por completo el paisaje. La zona fue drenada y destinada a la construcción de viviendas. Poco después, llegó el turismo, y la costa se llenó de rascacielos. Hoy, el Grao es el distrito marítimo de Castellón.

Así nació un nuevo territorio junto al mar. Y, claro, aquello era muy codiciado por quienes soñaban con desayunar cada mañana con el susurro de las olas de fondo. Muchos agricultores abandonaron sus cosechas para vender sus parcelas. Otros probaron algo nuevo: el cultivo del algodón.

Pero resultó ser un regalo envenenado para quienes se atrevieron a intentarlo. Las primeras cosechas fueron un éxito económico, pero, como era de esperar, pronto surgieron complicaciones. El algodón atrajo tal cantidad de orugas que en poco tiempo se convirtieron en plaga. No había forma de deshacerse de ellas hasta que se tomó una decisión drástica: usar DDT. El efecto fue devastador. No solo exterminó las orugas, sino que acabó con la mayoría de los animales del lugar, un desastre ambiental que hoy es un claro ejemplo de lo que no se debe hacer.

Finalmente, en la década de 1970 llegó el boom inmobiliario. Se aprovechó al máximo la oportunidad de construir y vivir lo más cerca posible del mar. Así nació un nuevo barrio marítimo en Castellón, fruto de tierras ganadas al agua.

Comprender esta historia nos ayuda a entender por qué el centro de Castellón no está junto al mar. La razón es simple: donde hoy se encuentra el Grao de Castellón, antes solo había agua y barro. Eso sí, era un espacio de naturaleza en estado puro… hasta que se consiguió eliminarla.

El Grao en la actualidad

Una vez en el Grao, se accede a unos 8 kilómetros de playa que llegan, por el norte, a Benicàssim. Su puerto marítimo está dividido en zonas: la comercial, la turística, y el Club Náutico. Desde ahí parten embarcaciones hacia las islas Columbretes o siguiendo el perfil de la costa. 

No echarás de menos espacio para pasear y disfrutar, por ejemplo en La Plaza del Mar.



Vista parcial de la Plaza del Mar, en el puerto marítimo del Grao.

El parque del Pinar

Alberga un importante valor ecológico, a pesar de formar parte de una ciudad como Castellón. Con una extensión de algo más de 120.000 metros cuadrados, en su momento sirvió para proteger los cultivos de los caprichosos movimientos de las dunas. Además, durante mucho tiempo, proporcionó la madera de sus pinos para la construcción de las ya desaparecidas barracas del lugar.



El Parque del Pinar es un extenso espacio que se ha convertido en punto de reunión para el ocio familiar.



El pino carrasco alberga una vegetación (además de los pinos, hay matorrales, setas, e incluso una extensa pradera) que atrae a numerosas especies de aves. Algunas viven ahí, otras están de paso. Entre todas ellas, las abubillas, los autillos, los mochuelos, los jilgueros y las omnipresentes palomas. Saltando de pino en pino, se buscan la vida las ardillas.

En este parque se realizan actividades lúdicas y deportivas variadas. Por ejemplo, puedes practicar el golf en el campo albergado en la zona. También está habilitado un espacio para disfrutar del arroz o de una barbacoa al aire libre. Por supuesto, es un lugar ideal para correr o, simplemente, caminar y respirar aire puro. 

El Chorlitejo Patinegro

Es un ave pequeña, de unos 15 cm de largo y una envergadura de aproximadamente 42 cm. Puede habitar en el interior, pero en la playa construye sus nidos en pequeñas depresiones de arena, que recubre con conchas. Los nidos suelen albergar dos o tres huevos, los cuales, al igual que los polluelos, están perfectamente mimetizados con el entorno.



El chorlitejo patinegro ha elegido las playas de Castellón como domicilio habitual.

Su hábitat natural se encuentra en costas arenosas, marismas y lagunas de aguas salobres. En estas playas, se alimenta de lombrices, moluscos y pequeños crustáceos. Si vive alejado del mar, su dieta se compone de insectos, larvas, moscas o cualquier invertebrado que se encuentre a su alcance.

Nidifica entre abril y agosto, poniendo de 2 a 3 huevos. Está protegido por las comunidades autónomas en las que habita. 

La Playa del Serradal

La Playa del Serradal se encuentra entre la desembocadura del Río Seco y Benicàssim. A lo largo de la carretera y junto a la playa, se extiende un amplio y cómodo paseo marítimo. Es una zona de la naturaleza protegida que, a su vez, es fácilmente accesible para los visitantes.

Por una parte, podrás contemplar un paisaje con dunas. Algunas cambian su situación con el tiempo. Otras, solamente su forma. Es posible ver un paisaje diferente cada vez que pases. Pero hay otro motivo para que esta zona esté protegida: la fauna. El Chorlitejo Patinegro ha elegido esta playa para plantar sus nidos.

Playa del Serradal en el Grao de Castellón. No en todos los tramos de playa está permitido su uso turístico. Hay zonas protegidas porque son el hábitat natural de algunas aves, y otras porque se protegen las dunas. Aún así, el visitante puede admirar todo el paisaje a través de caminos señalizados.

Las Islas Columbretes

A unos 56 kilómetros de la costa podemos disfrutar de uno de los lugares de mayor interés ecológico del mediterráneo: las Islas Columbretes. A pesar de la distancia, son parte del término municipal de Castellón desde 1.955. Su nombre viene de los primeros en descubrirlas, que fueron los navegantes griegos y romanos. Vieron un montón de serpientes en este pequeño archipiélago. Las llamaron Colubraria. Más tarde, los íberos bautizaron a estas islas con el nombre de Moncolobrer, que significa “monte de culebras”.

Hasta principios del siglo XIX, sólo se atrevían a visitarlas los pescadores. Eso, cuando no había ni piratas, contrabandistas u otros amigos de la otra cara de la ley.

Eliminando serpientes

A pesar de la belleza natural del lugar, vivir allí no era precisamente lo más deseado. Las culebras convivían con víboras y escorpiones, lo que resultaba una molestia. Se tomó la sabia decisión de que esos seres no debían estar allí.

Se implementaron diversas medidas para erradicar cualquier rastro de estos animales tan poco simpáticos para el ser humano. Se recurrió a la mano de obra más barata disponible. Así, comenzaron a eliminar las serpientes del lugar, aunque ellas tenían planes muy distintos. Más tarde, se trajeron presos con la promesa de reducir sus condenas a cambio de matar serpientes e insectos.

La Illa Grossa (Isla Grande) es la única habitada en la actualidad. El resto de islas son tan rocosas que no permiten una estancia cómoda. Tiene una superficie de unas 14 hectáreas. (Foto wikipedia.org)



Como complemento, cientos de gallinas y cerdos fueron llevados a las islas con el fin de complicar la vida, hasta hacerla insoportable, a los habitantes originales del archipiélago.

Sin embargo, el asunto no era tan sencillo como se pensaba. Finalmente, surgió alguien con una idea «brillante»: decidió incendiar todas las islas hasta que no quedara rastro de vida en ellas. El ser humano, una vez más, aportando su granito de arena para «mejorar» el mundo.

El Faro

Una vez eliminados todos los problemas, había que construir un faro en la mayor de las islas, a la que llamaron “Isla Grossa” (algo así como “isla grande” o “isla gruesa”). Se invitó a cuatro familias para que lo construyeran y se quedaran a cargo de su mantenimiento. Sin embargo, la mayoría decidió que el lugar no era lo suficientemente atractivo. Dieron media vuelta hacia la península y dejaron solas a dos personas al cargo de todo.

Reserva Natural Protegida

¿Protegida? ¿De qué, de quién? Naturalmente, del ser humano. Un entorno así es admirable siempre y cuando el hombre no ponga sus pies en él. A partir de 1955, cuando este archipiélago pasó a formar parte del término municipal de Castellón, toda la zona sufrió el mayor ataque de su historia: la incultura humana.

Y empezaron a pescar como si se acabara el mundo, a arrasar los arrecifes de coral, a dejar las islas sin aves y a destrozar el fondo marino hasta el punto de que nada pudiera volver a vivir en él.

 

En la actualidad, estas islas están dedicadas al turismo. En teoría, sólo se permiten visitas guiadas a la Isla Grande. Toda la zona es un verdadero paraiso para la fauna y flora, tanto terrestre como del mar. (Foto Flickr)


Por si fuera poco, los militares utilizaron estas pequeñas islas para “entrenarse” en el arte de matar. Aún hoy pueden encontrarse restos de proyectiles como testimonio de aquel disparate militar.

Declarado Parque Natural en 1988

Menos mal que, al final, conscientes del desastre cometido, el gobierno autonómico decidió proteger la zona de su única amenaza: el ser humano. Así, las islas Columbretes fueron declaradas parque natural. Un par de años después, se protegió también la zona marina, declarándola Reserva Marina de unas 4.000 hectáreas.

Finalmente, las islas Columbretes han sido declaradas Reserva Natural Protegida en todos sus ámbitos: las aves que han decidido volver, el fondo del mar e incluso su vegetación.

Por otro lado, se han catalogado unas 10 especies de insectos endémicos. Es, por definición, un entorno admirable que debe ser admirado y, sobre todo, respetado.

 

La Isla Horadada o Isla Ferrer es una de las islas más grandes del archipiélago de las Columbretes. No es extraño que fuera el punto base elegido por los piratas hace unos siglos. (Foto Flickr)

Visita turística a la Illa Grossa

Sólo hay una isla habitada, la Illa Grossa, que es la que puede visitar el turista en un itinerario guiado. Una vez se llega al puerto de la isla, unas escaleras conducen hacia el faro y el Centro de Visitantes, donde se disfruta de una exposición llena de referencias al entorno natural y a su historia. Es una zona volcánica llena de vegetación y animales. Los más fáciles de ver son, sin duda, las aves marinas. Las serpientes, ya no.

Un paraíso bajo las aguas

Si bien es más que justificado un viaje por mar de 56 kilómetros para ver las islas, su mejor atractivo es lo que no se ve al llegar. Habría que sumergirse en las aguas del Mediterráneo para sentirse un privilegiado, admirando la reserva marina que, por pura suerte (y porque se ha impuesto el sentido común), se conserva.



Uno de los atractivos de las Islas Columbretes reside en las aguas que las rodean. (Foto Barracudabuceo)

El Parque del Litoral

El parque cuenta con un agradable paseo de unos 1.800 metros que discurre, acercándose y alejándose, paralelo al mar. Este paseo está perfectamente diseñado para ser disfrutado con toda comodidad, pensando en personas que no estén en su mejor momento físico. 



El Parque del Litoral del Grao de Castellón está pensado para que todas las especies, perros incluidos, disfruten al máximo. (Foto propia)

Además, está diseñado para proteger el medio ambiente. Como hemos comentado antes, las dunas, la fauna y la flora del lugar son pequeños tesoros que deben protegerse con exquisito cuidado.

Para combinar todo (que las personas puedan disfrutar del lugar sin afectarlo), se ha trazado un recorrido que permite apreciar las siempre cambiantes dunas de arena y las zonas protegidas de la playa. En el camino, se indica el lugar preciso para el acceso libre a las mismas.

Lejos de tener un acceso difícil, a este parque se puede llegar cómodamente en transporte público. También hay zonas para aparcar el coche (aunque en verano no sabemos si sobran muchas plazas) e incluso un aparcamiento para autocaravanas.

Además de un relajante paseo, a lo largo del parque encontrarás zonas de ocio. Incluso hay una playa para tu perro.

El Planetari

Inaugurado en mayo de 1991, está situado entre la zona del Pinar y el Paseo Marítimo del Grao. Es un lugar de divulgación científica que busca acercar la ciencia al público de la forma más amena posible. Por eso, es normal que el Planetari ofrezca un denso calendario de actividades para las familias y escolares.



A través del Paque del Litoral se llega al Planetari. Un lugar idea no sólo para los amantes de la astronomía sino para quienes sienten curiosidad por la historia y la ciencia en general. (Foto Wikipedia.org)

Entre sus objetivos no solo está la divulgación de la astronomía. La naturaleza, la ciencia, la arqueología e incluso la historia forman parte de su temática predilecta. El interior del Planetari está compuesto por diversos espacios, como una sala de conferencias, salas de exposiciones e incluso un espacio dedicado a las Islas Columbretes.

En el semisótano de esta peculiar edificación están ubicadas varias salas de exposiciones que conducen a la atractiva sala de proyecciones. Aquí se pueden disfrutar efectos espectaculares que nos acercan a otras zonas del universo.

Se ha convertido en un centro privilegiado para la observación de fenómenos astronómicos, como eclipses o lluvias de estrellas.

El Desierto de las Palmas

Es una zona compartida por cinco poblaciones de la provincia de Castellón: la propia ciudad de Castellón, Benicàssim, La Pobla Tornesa, Borriol y Cabanes.

El nombre de “desierto” proviene de la tradición de los religiosos que habitaban el lugar, quienes denominaban “desierto” a cualquier sitio aislado de la civilización. Estos espacios permitían un alejamiento espiritual difícil de alcanzar en entornos urbanos. La segunda parte del nombre, “Las Palmas”, hace referencia a una de las plantas más abundantes del enclave: el palmito.

En octubre de 1989, esta zona de casi 3.300 hectáreas fue declarada paraje natural por el gobierno autonómico valenciano. Sufrió varios incendios, entre los cuales destacó el ocurrido en 1992, que arrasó prácticamente todo el lugar. Por este motivo, aún se encuentra en proceso de regeneración.



Monasterio Carmelita en el desierto de Las Palmas, en la provincia de Castellón. (Foto wikipedia.org)

Por si la propia naturaleza se queda corta, en esta zona se pueden visitar sitios de indudable atractivo histórico, como el castillo de Montornés, la ermita de Les Santes, la ermita de la Magdalena o el castillo de Miravet. 

La fauna del lugar

Sorprende que en un “desierto” pueda encontrarse tanta variedad de animales. Si uno es lo suficientemente hábil, podría observar reptiles como el sapo partero, el sapo corredor y el sapo común. También encontraría a un pariente cercano de estos anfibios: la rana común. No está nada mal para empezar.

Pero eso no es todo. Entre los reptiles destacan las serpientes: la culebra bastarda, la culebra lisa, la culebra de escalera y la culebra de herradura. Estas serpientes comparten el hábitat con lagartijas, lagartos y el peculiar eslizón ibérico.

Toda esta biodiversidad, incluida la vegetación, atrae a otra gran familia de animales: las aves. En la zona hay más de 100 especies que intentan mantener un equilibrio natural. Abundan las rapaces, tanto diurnas como nocturnas. Durante el día, es común ver al águila perdicera, el cernícalo, el halcón peregrino y el gavilán. Por la noche, toman el relevo el mochuelo, la lechuza, el autillo y el búho, este último conocido por su aguda visión nocturna.



El jabalí es una de las centenares de especies que viven en el desierto de Las Palmas, en Castellón. A veces se reproduce tanto que organizan cacerías. (Foto wikipedia.org)



Todo el entorno guarda su equilibrio mientras el ser humano se mantenga al margen. Así, para que las aves cazadoras se sientan a gusto en el lugar, hace falta que otras aves pasen por allí. Entre las que no se dedican a la caza están las perdices o las palomas. Y otras especies, como el cuervo, el chochín, o el piquituerto. Aunque, como decíamos, hay muchas más. 

Los mamíferos también se han hecho su lugar. Los murciélagos sólo salen de noche. Otros, cuando pueden: la garduña, la gineta,  el tejón, la comadreja, el conejo, el zorro, el jabalí, la ardilla o el erizo. Como puedes ver, hay mucho habitante para ser un desierto.  

La vegetación

Para ser un desierto, la vegetación que se puede admirar es sorprendentemente abundante y variada. Los pinos, como el rodeno y el carrasco, ocupan una pequeña parte del terreno, mientras que los arbustos predominan en el resto. Entre ellos se encuentran el brezo, el enebro, el madroño y, por supuesto, el palmito. Además, entre las plantas más pequeñas, sin perder su esencia mediterránea, destacan el romero, el tomillo y la jara.

La Lonja

Ahora, volvamos a acercarnos al mar. El puerto del Grao destina algo más de 3.000 metros cuadrados a su lonja, que fue completamente modernizada en 1990. Actualmente, es posible asistir a las subastas de pescado de forma telemática. Los pescadores del Grao capturan principalmente rape, pescadilla, salmonete, pulpo, calamar y sepia. La pesca llega rápidamente a los restaurantes cercanos al puerto, que ofrecen a los visitantes uno de los mayores atractivos del Grao: su gastronomía. 

Visita guiada

Uno de los atractivos de visitar la Lonja de el Grao de Castellón es ver pasar el pescado recién capturado y ver cómo se establecen los precios

Se han organizado visitas guiadas a la Lonja para grupos reducidos de entre 5 y 20 personas. Los más curiosos pueden presenciar en vivo cómo se subasta el pescado recién llegado del mar.

La visita comienza en el Bar de la Lonja, donde los participantes son recibidos por un representante de la Cofradía de Pescadores de Sant Pere. Tiene una duración aproximada de 90 minutos y se ofrece a las 9:00 de la mañana y a las 16:00 de la tarde. La entrada cuesta 10 €.

El principal atractivo es observar cómo diversas cajas llenas de pescado pasan por una cinta circular mientras, según la oferta y la demanda, se determina el precio máximo que el comprador está dispuesto a pagar.

Después, los visitantes pueden ver la descarga de las capturas y la variedad de barcos utilizados. Antes de degustar un pescado cuya frescura es incuestionable, se proyecta un vídeo. 

Breve escapada a el Grao

A veces, preparamos un pequeño viaje al detalle, mientras que otras veces no. Nos gusta callejear, observar y dejarnos guiar por la gente. No nos imponemos más que el simple placer de detener el tiempo y disfrutar de tranquilos paseos. No hay ansiedad por ver lo máximo posible.

Y, claro, a veces nos equivocamos y acabamos en un mal restaurante. Pero otras, acertamos de pleno. Muchas veces, muchísimas veces, la gente sabe más que Google. Y otras, aunque las menos, el instinto también nos señala el camino a seguir.

Permíteme, amigo lector, compartir contigo unas pocas fotos de nuestra breve y apacible estancia invernal en este rincón de la costa levantina.

No incluimos imágenes de los lugares más conocidos porque ya hay centenares de ellas.

 

En el hotel NH del Grao, nos trataron con mucho cariño y todo estaba perfecto.


Hay un mercadillo los viernes donde la calidad y el buen precio van de la mano.


Intentamos buscar, en vano, un sitio en el que se comiera mal. Sólo por el gusto de cambiar. Estos sencillos mejillones estaban deliciosos. Desaparecieron del plato en un instante. Estábamos en el Restaurante Arrocería Ca La Mary, tocando al puerto.

 

¿Cómo dirías que estaba este arroz?


Curioso jardín. Esta casa la encontramos paseando por la carretera que une El Grao con el Centro de la ciudad de Castellón.


Naranjas en pleno centro urbano. No se puede pedir más.


Unas kokotxas que quitaban todos los sentidos. Las comimos en Casa Lola. Recomendamos no salir de El Grao sin pasar por este restaurante.


Casi nos prohibieron salir del restaurante “Casa Lola” sin probarlo. La verdad, no opusimos ninguna resistencia.


Al fondo, la Parroquia de San Pedro. De espaldas, el Mediterráneo.


Es curioso este «comedor de obreros». Se supone que hace referencia a la historia, pero no suena bien: «comedor de blancos», «comedor de negros», «comedor de gente acomodada»… No sé, no sé…




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