La cartuja de Escaladei

La Cartuja de Escaladei está situada en la comarca del Priorat (Tarragona). Es un monasterio cartujo que se fundó en el siglo XII. Todo apunta a que es la primera cartuja construida en la Península Ibérica.

Una gran parte del lugar está hoy en ruinas, aunque podrás ver espacios relativamente bien conservados. En su conjunto, es una relajante visita que merece la pena.

La Orden de los Cartujos, fundada por San Bruno de Colonia, solía establecerse en lugares tranquilos, rodeados y protegidos por la naturaleza. Esta cartuja cumple con todos los requisitos de San Bruno: está enclavada en plena Sierra del Montsant. Por tanto, la visita al lugar transmite tranquilidad y naturaleza al viajero.

Historia de Escaladei

La Orden de los Cartujos, fundada por San Bruno de Colonia, solía establecerse en lugares tranquilos, rodeados y protegidos por la naturaleza. Esta cartuja cumple con todos los requisitos de San Bruno: está enclavada en plena Sierra del Montsant. Por tanto, la visita al lugar transmite tranquilidad y naturaleza al viajero.

A finales del siglo XII, el rey Alfonso I de Aragón, tuvo un día tonto y donó unas tierras a la Orden de los Cartujos, una congregación monástica especializada en la vida contemplativa. Fue una generosa donación a cambio de que se repoblaran esos territorios, que habían sido reconquistados a los musulmanes recientemente.

La cesión comprendía los actuales términos municipales de la Morera del Montsant, Poboleda, Gratallops, la Vilella Alta y la Torroja del Priorat. Pero los monjes no lo tenían claro para instalarse, así que compraron unos terrenitos en el Valle del Olivo y, por fin, empezaron a construir el monasterio de Escaladei.

A Dios rogando…

Si bien cada uno de los cartujos rebosaba santidad, el monasterio, como institución, ejercía como una fiel y sumisa sucursal de la corona, practicando la función feudal sin contemplaciones de ninguna clase. 

Así, la cartuja se encargaba de inventar y cobrar impuestos, comprar y vender propiedades, nombrar y destituir a los cargos políticos (que seguían sus indicaciones), e incluso ejercer de juez, parte y verdugo siempre que fuera menester. 

la cartuja de Escaladei y La escalera hasta el cielo

Según la leyenda, un pastor soñó que los ángeles usaban una escalera para desplazarse entre el cielo y la tierra. Fue la señal indiscutible para fundar la cartuja de Escaladei.

La elección de este lugar tuvo lugar después de una profunda investigación científica. Efectivamente, un humilde pastor, mientras cuidaba de sus cabras, se durmió y, en sueños, vio una escalera que llegaba hasta el cielo. Por ella bajaban y subían una gran multitud de ángeles. 

Si bien es sabido que, normalmente, los ángeles tienen alas, aquellos pertenecerían a una subespecie que no las tenía. Carecían, pues, de la facultad de volar. 

El pastor no pudo evitar la tentación de compartir su visión con unos monjes despistados que pasaban por allí. Estos, impresionados hasta la médula, entregados a la fe, comprendieron que estaban ante la oportunidad que habían estado esperando desde que nacieron. A los pocos días, contactaron con el Rey para que les firmara los permisos de obras.

La construcción de la Cartuja comenzó a principios del siglo XIII. Pronto se erigió en un conjunto arquitectónico de gran belleza y sobriedad, fiel a los principios de la Orden. Los monjes cartujos ya tenían un lugar para vivir, meditar, cultivar la tierra, y dormir a pierna suelta (pero poco, porque se levantaban antes del amanecer). 


Algunas construcciones de la cartuja, aunque se mantengan en pie, son irreconocibles a los ojos de un profano.

El apogeo de la cartuja

Escaladei se convirtió en el referente espiritual en la Corona de Aragón. Y su influencia se extendió por toda la península. Durante siglos, fue un lugar de peregrinación y un centro de poder religioso, económico, político y cultural.

La economía de la zona
Los monjes de Escaladei pronto se convirtieron en unos expertos en agricultura, ganadería y, especialmente, en el arte de crear buenos vinos. Una de las denominaciones de vino con más prestigio, el Priorat, nace con ellos. Escaladei se convirtió en un motor económico de referencia en toda la Península Ibérica. Los monjes no solo eran unos grandes trabajadores, sino que creaban trabajo para toda la comarca. 

La cultura
Además de haber convertido la zona en un centro de producción económica, la cartuja albergaba una abundante biblioteca y una escuela pictórica. Los monjes eran expertos en la copia de manuscritos y dominaban el arte de las miniaturas, hasta el punto de que sus obras se comercializaban por toda Europa. 

Poder político
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, el prior de la cartuja se hizo con la alcaldía de todos los pueblos de la comarca del Priorat. No se podía mover una piedra de sitio sin contar con su beneplácito. Los monarcas aragoneses apoyaban a Escaladei concediéndole numerosos privilegios. Lo que decía el prior, iba a misa. 

Arte y arquitectura
En los tiempos de máximo esplendor del monasterio, se construyeron nuevos claustros, celdas y otras dependencias. Dejaron algo de lado su austeridad inicial e hicieron decorar los espacios más importantes de la cartuja con cuadros y esculturas. Esto también contribuía a fortalecer la economía de los alrededores. 

El Claustro menor de la Cartuja de Escaladei

El declive

Sin embargo, no todo fue de color rosado. A lo largo de los siglos, el monasterio sufrió guerras, saqueos y toda clase de adversidades. Los monjes eran expulsados del monasterio con frecuencia. Tanto es así que, a partir del siglo XVIII, ya dormían (las noches que podían) con las maletas hechas. 

Las guerras
Toda Europa estaba revolucionada y las guerras aparecían sin esperar a que las anteriores se acabaran. La cartuja sufrió saqueos y toda suerte de daños materiales y pérdidas humanas. Los monjes, a menudo, tenían que salir corriendo si no querían llegar al cielo antes de tiempo.

Las crisis económicas
Cuando no había guerras, la ausencia del vil metal hacía que el monasterio apenas pudiera afrontar las necesidades más básicas. No había para comer y eso repercutía en la economía de toda la comarca. 

Del campo a la ciudad
Luego llegó la moda de largarse a la ciudad. Eso del campo ya no era atractivo para los jóvenes, que encontraban más oportunidades lejos del campo. Apenas quedaba gente que quisiera trabajar en las zonas rurales, que acabaron empobreciendo y empobreciendo a Escaladei. 

La zona del lavadero.



La desamortización de Mendizábal
Fue la “traca final”: el fin de la cartuja. En el siglo XIX apareció un brillante político llamado Juan Álvarez Mendizábal. Aportó al gobierno ideas revolucionarias para solucionar los problemas económicos del Estado. Fue ministro de Hacienda y presidente del Consejo de ministros durante el reinado de Isabel II. No entendía que los religiosos, contando con la ventaja de tener a Dios como aliado, tuvieran tantas propiedades e ingresos. Al gobierno le costaba horrores llegar a fin de mes.

Por este motivo, organizó la expropiación y la subasta pública de los bienes de la Iglesia y de todas las órdenes religiosas jamás creadas. El Estado se quedó con el monasterio y se tuvieron que mudar. Aquí acabó la historia de esa hermosísima cartuja. Al final, entre los pillajes y el paso del tiempo, todo se convirtió en las ruinas que hoy podemos visitar. 

A pesar de todo, la Cartuja de Escaladei sigue siendo un lugar de gran valor histórico y cultural. Rodeada de un entorno natural privilegiado, nos hablan de un pasado glorioso y de una espiritualidad atemporal. Visitar Escaladei es sumergirse en la historia, conectar con la naturaleza y llenarse de la paz que ofrece el entorno.

La cartuja en la actualidad

Por haber sido el primer monasterio cartujo, por su historia, y por su enorme influencia, Escaladei fue declarado Bien de Interés Cultural. Atrae a turistas de todo el mundo que aprecian los distintos estilos que conformaron su historia: románico, gótico, barroco y neoclásico.

Aquello que aún queda en pie
Merece la pena visitar el conjunto arquitectónico porque transmite todo lo que había sido. Por ejemplo: la fachada de Santa María, los claustros rodeados por sus arcadas, la Iglesia (no al completo), una celda reconstruida, los arcos de la portería y la capilla de San Bruno.

La celda del Cartujo.

Arquitectura de Escaladei

La arquitectura de una cartuja, lejos de ser llamativa, busca la simplicidad y la espiritualidad. Se diría que todo está fusionado con la naturaleza, con la paz del entorno, y diseñado para servir a sus moradores. Todo está diseñado para alcanzar la vida contemplativa, la soledad, el silencio, y la oración. Son los elementos básicos de la espiritualidad cartujana.

Claustro
Todo se construye alrededor del claustro, el corazón de la Cartuja. Es un patio porticado rodeado por las celdas de los monjes, el refectorio, la sala capitular y otros espacios comunes. El claustro puede ser cuadrado o rectangular. Hay una parte cubierta, que utilizaban los monjes para sus paseos, y un patio descubierto en cuyo centro solía construirse un pozo.

Celdas
Cada monje tenía su propia celda, un espacio pequeño, pero funcional, donde duerme, estudia y reza. Las celdas tienen una ventana que da al claustro. Es un espacio ideal para mantener la soledad y la tranquilidad necesarias para la vida contemplativa.

Iglesia
Un monje que no puede ir a la iglesia no es monje ni es nada. La iglesia es sencilla y sobria, con una nave única y un ábside. La decoración interior es escasa, prácticamente ausente, de tal forma que solo transmite austeridad y no admite distracciones.

Refectorio
El refectorio es el comedor de los monjes. Comen en total silencio, algo que dejaría la sangre helada a cualquiera. Su diseño es práctico y sencillo, con mesas largas y bancos.

Sala capitular
La sala capitular es el lugar donde se celebran las reuniones de la comunidad monástica. En este espacio se discutía la organización de las labores de cada monje, se reunían para leer en voz alta a San Bruno, recibían visitas, o, literalmente, se les leía la cartilla a los monjes que se desviaban del comportamiento digno de un santo. 

Huerta
Los cartujos cultivan sus propios alimentos. La huerta no solo es una fuente de sustento, sino también un espacio para el trabajo manual y la conexión con la naturaleza. También tenía su contenido comercial, ya que solían vender los excedentes a la población cercana. 

La vida de los cartujos de Escaladei

Los cartujos perseguían la perfección espiritual a través de la oración, la soledad, y el trabajo. Todo esto, siguiendo lo establecido por San Bruno en el siglo XI.

Las reglas de San Bruno

Los puntos básicos de las reglas de San Bruno, que seguían a rajatabla los cartujos, eran los siguientes:

Soledad
Cada monje tenía su propia celda, un espacio individual en el que podía dedicarse a la oración, al estudio y a escribir. San Bruno no concebía la interrupción en ninguno de estos ámbitos. 

Oración
A pesar de que la celda servía, principalmente, para orar, también se rezaba en comunidad en espacios como, por ejemplo, la iglesia, el claustro o, incluso, en el huerto. Verdaderamente, no desaprovechaban ninguna oportunidad para “conversar” directamente con Dios. 

La cama del Monje Cartujo.

La cama del cartujo

El trabajo
Tareas no les faltaban, puesto que tenía que subsistir. Se hacían cargo de todos los trabajos agrícolas, practicaban la artesanía, hacían copias de numerosos textos, se encargaban de la construcción y mantenimiento de la cartuja, comercializaban los excedentes, etc.

Silencio
Indispensable para que la contemplación interior se comunicara con Dios. Si hay jaleo, no es posible llegar al Altísimo. 

Austeridad
Nada de excesos, principalmente en la comida y en la bebida. La propia arquitectura del monasterio transmitía esa austeridad exigida por San Bruno.

La vida cotidiana del cartujo

Una vez establecidas las reglas, es posible imaginar cómo debía ser la jornada de un monje en Escaladei. Por supuesto, no se levantaban a mediodía, como algunos que conozco y que, en su juventud, sí lo hacían.

¿Cómo era un día cualquiera en la vida de un monje cartujo? Pues… ¡depende! Aquí es importante mencionar la distinción entre los monjes “de servicio” y los monjes del coro. Podríamos llamar a los primeros los “kelly’s” monásticos, aunque su nombre formal era el de hermanos legos.

Mientras los monjes del coro, aquellos que habían sido ordenados sacerdotes, se dedicaban principalmente a la oración, el estudio y la contemplación, los hermanos legos distribuían su jornada en tareas prácticas, según sus habilidades y especializaciones.

Por ejemplo, los monjes del coro estaban exentos de realizar trabajos manuales o rutinarios, como cuidar el ganado o cocinar. Eran los legos quienes se ocupaban de estas labores más terrenales: cocinar, lavar los platos, plantar patatas, elaborar vino, realizar obras de mantenimiento y ampliación del monasterio, entre otras.

Si quieres saber más sobre los hermanos legos, puedes consultar este enlace:

LOS HERMANOS LEGO EN LA CARTUJA

Relaciones externas

La Cartuja de Escaladei, con su rica historia y su impresionante arquitectura, era algo más que un simple monasterio. Era un centro religioso, económico y cultural que mantenía fluidas relaciones con sus vecinos. 

Asistencia espiritual
Si bien el centro de todo eran el silencio y la contemplación, había momentos en los que se aplicaban ciertas (pero muy beneficiosas) excepciones. Se encargaban de las misas, bautizos, bodas y funerales. Además, daban clases de orientación espiritual.

Asistencia sanitaria
Escaladei tenía enfermería y, por tanto, era el lugar en el que se atendían a los enfermos. Los monjes, con sus conocimientos de medicina y botánica, ofrecían cuidados y remedios naturales.

Enseñanza
En muchos casos, los monasterios hacían las veces de centros escolares. Eso sí, solo había plaza para los niños pijos del lugar. De la educación de los pobres, ya se encargaría Dios directamente. 

Centro económico
En general, los monasterios solían fortalecer la economía de la región. Sus tierras eran cultivadas, y los productos obtenidos eran comercializados. Con el dinero obtenido, compraban aquello que no podían producir. Además, muchos monasterios tenían talleres artesanales donde se producían objetos de valor. La economía local se beneficiaba teniendo una cartuja al lado.

Donaciones a cambio de protección divina
Los habitantes de la comarca solían hacer donaciones a los monasterios. En ocasiones, esas donaciones eran en metálico, otras con tierras y también con herramientas u otros bienes materiales. A cambio, los monjes ofrecían sus oraciones por el bienestar de los donantes y de sus familias. Para el resto, no rezaban, aunque tampoco les deseaban ningún mal.

Peregrinaciones
La Cartuja de Escaladei era un importante destino “turístico”. Los peregrinos llegaban desde lejanos lugares y no tenían más remedio que vaciar sus bolsillos con la visita. 

Conflictos
No siempre iba todo sobre ruedas. Hubo momentos de tensión entre los monjes y la comunidad local. Estos conflictos solían aparecer por diferencias de conceptos en cuestiones económicas, políticas o sociales.

Las ruinas del monasterio

Una de las zonas en ruinas

Visitar la Cartuja de Escaladei

Vivo a 100 kilómetros de la Cartoixa. Y te digo “Cartoixa” porque es como puedes verlo en los letreros de esta tierra. Muchos nombres de poblaciones y lugares difieren de lo que sale en Google Maps, que se alimenta de la Wikipedia. No quiero hablar ahora del tema.

El caso es que, aquel día, me puse el despertador a las 10:30 de la madrugada. Siempre suelo ser precavido y prefiero llegar con tiempo. Eso sí, en este caso, cuando el despertador sonó, pulsé sobre el botón de “30 minutos más”. Sin embargo, mi cruel mujer, escoba en alto, me logró convencer para que me levantara de una puñetera vez. 

Una parte de la carretera, vengas de donde vengas, es estrecha. Y se va estrechando a medida que vas llegando.

Hay un aparcamiento cómodo y suficiente. Luego, entras por la típica tienda de recuerdos. Aquel día, las entradas eran gratis. Al no estar acostumbrado, casi me entra un telele y tuve que sentarme unos pocos minutos. Mi corazón recobró la actividad y me dispuse a entrar.

Una vez dentro, la mayor parte de la visita se pasa al aire libre. Una gran zona de Escaladei, efectivamente, está en ruinas. El conjunto arquitectónico, merece una plácida visita. Todo es curioso. No tuvimos que hacer cola, no había agobios de ningún tipo. Así que es un lugar ideal para tipejos comodones como yo.

Después de la visita, tocaba disfrutar de un buen restaurante y de un paseo por el pueblo. Nos ha salido un día redondo, agradable y tranquilo. 

Al volver, las carreteras se iban ampliando a medida que me alejaba de la cartuja.  

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El jardín en la terraza.

Pequeño jardín en la terraza de la Cartuja



La zona de cultivo de la Cartuja

Probablemente, la zona de producción agrícola de los cartujos

La Cartuja de Escaladei y El Priorat

El Priorat es una comarca de la provincia de Tarragona, al sur de Cataluña, que ofrece paisajes imponentes, una personalidad única una tranquilidad que lo inunda todo. La Sierra del Montsant domina el lugar y define su esencia. Entre sus pueblos destacan Falset, Porrera y Gratallops, famosos por sus bodegas centenarias y sus vinos de renombre mundial. Este rincón es ideal para quienes busquen la naturaleza, la cultura, una gastronomía excepcional (doy fe) y unos vinos inmejorables. Es, además, un destino que se apropia de todos los sentidos en plena naturaleza. 

El Priorat está cerca de Tarragona Capital

Vinos de prestigio mundial

Las montañas del Montsant se alternan con fértiles valles. Los viñedos desafían la ley de la gravedad en las laderas más escarpadas. Este paisaje, fruto de siglos de una profunda relación entre la naturaleza y el hombre, ha dado lugar a una geografía única y a un microclima ideal para sus excepcionales vinos. 

Además de un paisaje único, la singularidad del Priorat radica también en la composición de sus suelos, ricos en «llicorella», una pizarra característica que retiene el calor y aporta nutrientes a las vides. Estas condiciones han favorecido el cultivo de variedades autóctonas como la Garnacha y la Cariñena. 

La Denominación de Origen Calificada (DOCa) Priorat es un símbolo de prestigio en España y un referente en el ámbito mundial. Los vinos de esta región destacan por su intensidad y por su extraordinaria capacidad de envejecimiento. Desde los más jóvenes, frescos y frutales hasta los grandes reserva, que tanto ganan con los años, el Priorat ofrece una generosa gama de estilos para los más diversos amantes del buen vino. 

Visitar una bodega en el Priorat es una inmersión en la esencia de la comarca. Podrás recorrer sus viñedos, descubrir de cerca los procesos de elaboración, degustar vinos únicos y disfrutar de un entorno natural incomparable. Muchas bodegas ofrecen visitas guiadas, catas maridadas y actividades diseñadas para todos los gustos. Cuando vuelvas a casa, te llevarás un recuerdo inolvidable.

Más Allá del Vino del priorat

Aunque el vino es el principal atractivo del Priorat, la comarca ofrece mucho más. Su rico patrimonio histórico se manifiesta en numerosos pueblos medievales, como Falset, Porrera o Gratallops, con calles estrechas, casas de piedra e iglesias románicas. 

Además del vino, la naturaleza también tiene un papel protagonista en el Priorat. El Parque Natural de la Sierra del Montsant es un paraíso para los amantes del senderismo, la escalada y la observación de aves. Sus escarpados acantilados, sus bosques mediterráneos y sus impresionantes vistas brindan innumerables oportunidades para disfrutar de la naturaleza en estado puro.

Gastronomía y Cultura

La gastronomía del Priorat está profundamente arraigada a la tierra y a las tradiciones locales. Los productos de la huerta, como los tomates, los pimientos y las berenjenas, son los pilares de una cocina sencilla y sabrosa. Los embutidos caseros, los aceites de oliva y los vinos locales completan una oferta gastronómica de gran calidad.

La cultura popular del Priorat se manifiesta en sus fiestas tradicionales, sus danzas y su música. A lo largo del año se celebran numerosas festividades que permiten conocer de cerca las costumbres y el carácter de sus habitantes.

Un Destino para Disfrutar en Cualquier Época del Año

El Priorat es un destino que cautiva en cualquier época del año. En primavera, los viñedos se visten de verde y las flores llenan los campos de color, invitándonos a disfrutar de la naturaleza en su máximo esplendor. El verano, por su parte, nos ofrece la oportunidad de refrescarnos en las cristalinas aguas de las pozas naturales o practicar senderismo por los caminos vitícolas. Luego, el otoño tiñe los viñedos con una cálida gama de ocres y rojos, creando un paisaje de ensueño ideal para largas caminatas. Y cuando llega el invierno, la tranquilidad y la belleza de los pueblos medievales nos invitan a desconectar y sumergirnos en la historia de la comarca.

Galería fotográfica

Si quieres ver o descargar alguna de las fotos que has visto, y tal vez alguna más, puedes hacerlo a través de este enlace:

Puedes usarlas para la que quieres, excepto para venderlas.

Monje Cartujo en su celda





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